La infertilidad y la vida en pareja

La infertilidad tiene, muchas veces y al menos en mi caso, unos compañeros de viaje bastante puñeteros.

En mi caso la infertilidad, sumada al inmenso dolor que arrastro desde hace dos años, viene acompañada de una necesidad imperiosa de aislarme del mundo, del resto, de todos aquellos que ni imaginan el dolor, la frustración constante de este camino tan difícil, tan lleno de angustias y de incertidumbres.

Sin embargo, ese camino se complica aún más cuando surgen las discusiones de pareja. El viernes discutí con P, llegamos muy tarde a la clínica porque él llegó muy tarde a casa a recogerme. Cada cita con la clínica es un calvario, una montaña de estrés añadido al de siempre: Nos perdemos con el camino, vamos con la hora justa... esta vez llegamos con 40' de retraso y exploté, exploté por el retraso y por la tensión acumulada de todo el proceso. Exploté porque en la primera IA ya me dijo que estaba harto, exploté porque perdí a mi niña, exploté porque no me quedo embarazada, exploté por todas las que lo consiguen sin dificultad, exploté por la parte de mi familia que me ha decepcionado... Exploté.

Y tras la explosión, como si fuera una olla exprés vino la calma, calma chicha porque él estaba dolido y al rato hizo un comentario que me dolió y yo se lo devolví envenenado... todos los dardos relacionados con nuestra frustración por no tener hijos.

Llevamos todo el fin de semana sin hablarnos, sin comer juntos, uno levantado y otro acostado, a veces yo, a veces él. Y yo pinchándome por las noches me siento ridícula y estúpida.

Y el mundo se me hace un lugar enorme y lleno de espinos. Un lugar ajeno, en el que soy como una mota de polvo zarandeada por el viento.