lunes, 13 de febrero de 2012

Jodidamente puñetera

Cuando nacieron los peques me compré el libro "Qué se puede esperar el primer año", su hermano mayor "Qué se puede esperar cuando se está esperando" fue un compañero ideal en mi embarazo, me ayudó a no agobiarme con mis malestares y a saber en cada momento qué estaba pasando dentro de mi.
El caso es que en mi caso este segundo libro resultó ser una mala elección. Cuando leía qué se puede esperar el primer mes, o el segundo, qué hacen la mayoría de los niños, o unos pocos... los míos no hacían nada, ni de lo que son capaces unos pocos ni de lo que son capaces la mayoría. Seguían instalados en el limbo en el que nacieron, mirando sin ver, sonriendo sin enfocar... Y me agobié un poco, tampoco mucho la verdad.

Un mes más tarde decidí simplemente acompañarles, sin forzar, medir, comparar o juzgar. Querer, mimar, arrullar y observar. Pero eso fue más tarde. El primer mes sí que busqué la palabra "estimulación" en Google y leí muchos artículos sobre el tema.

Y fue así como la encontré.

Encontré a una madre de mellizos prematuros. Su hija estaba bien pero su hijo había sufrido un derrame y los doctores que lo atendieron le dijeron que posiblemente había quedado sordo y ciego. La madre preguntaba cómo podía estimular a un niño con estas características, y lo hacía no desde la rabia, el odio o la frustración, sino desde el deseo de ayudar a su hijo. Le contestaban que lo estimulara a través del tacto y de los olores, sustituir la pelota por una manzana o una naranja, hablarle aunque no pudiera oirles, dejar participar a la hermana de esas actividades...Y me conmovió hasta el extremo.

Me quedé ahí, enganchada. A menudo pienso en esa madre y mucho más aún en ese niño. Creo que todas somos madres corajes en potencia, sólo que afortunadamente la mayoría no necesita exprimirse y sacar todo su arrojo y su valor por amor a su hijo.

Curiosamente poco antes había recibido la revista de la Fundación de Vicente Ferrer y en ella había un artículo sobre la cooperante Sara Crespo con el título: "Experiencia de una cooperante sordociega en la Fundación Vicente Ferrer en los centros educativos de niños/as sordociegos de Anantapur (India)”. Y no me afectó…

Pero el caso de esta madre me movió por dentro. Posiblemente porque sus hijos eran mellizos, prematuros y porque los míos también lo eran pero afortudandamente dormían sanitos en sus cunas.

Desde entonces he leído un poco sobre la sordoceguera. Me emociona pensar en ese momento en el que el niño comprende que aquello que se mueve en su mano son signos de otra mano que representan algo que está ahí fuera, el agua que corre por su mano, la mesa que tiene al lado… Me conmueve esa primera vez que se les abre la ventana al mundo.

Leí por ahí que un simple “Buenos días” son diez movimientos de una mano dentro de la otra. Que hay niños sordociegos en la Universidad, que hay un síndrome, el de Usher, que se caracteriza por sordera y pérdida gradual de la vista. Que los monitores de la ONCE les ayudan a interactuar con el exterior (toda mi admiración a esta fundación).

Y a menudo pienso en esas madres, en esos niños, en esos pequeños pasos que se vivirán como grandes éxitos, en los pequeños retos y en los grandes avances. En lo jodidamente puñetera que puede ser la vida, en que me parece tan injusto, tan duro, tan brutalmente duro. En la paciencia, la vocación y la profesionalidad de esos monitores y en el amor infinito de esas madres que como el resto acompañan y aman a sus hijos pero a las que desgraciadamente les ha tocado un camino especialmente empinado de la cuesta arriba que es la vida.

Madres coraje.

9 comentarios:

  1. que fuerte! y que cierto!
    que no nos toque y si nos toca que tengamos toda la fuerza que tienen los demás. A veces pienso que yono sería capaz y otras estoy segura de que si!
    Besos

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  2. ¡Qué interesante!
    Es muy cierto que cada niño tiene su ritmo y que no les podemos comparar ni esperar lo mismo de todos los que cuenten con la misma edad.

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  3. Super interesante, y simplemente se debe ser madre para tantos logros de estos niños, que se vuelven mas capaces que otras personas que no tienen ningun tipo de problemas, el amor lo puede todo.

    Saludos

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  4. Increible! a mi me emocionan mucho estas historias y creo que no hay fronteras para una madre.
    Te mando un gran beso

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  5. Uma claro que serías capaz, como todas. Yo lo que no sé es cómo podría manejar la rabia, la ira y la impotencia que sentiría, que no me invadieran, pero fuerzas para acompañarles, creo que todas las sacaríamos de donde pudiéramos.
    Opiniones sí, cada niño tiene su ritmo, fíjate los míos tan igualitos... pues también va cada uno a su ritmo, uno más adelantado que otro y el otro más que el uno según qué cosillas.
    Solecita yo también creo que el amor lo puede todo.
    Ceci a mi me emoció tanto esta historia cuando la leí... Sí, estoy de acuerdo en que para una madre no hay fronteras, qué es lo que se nos mueve por dentro cuando vemos a nuestro hijo sufrir no lo sé, pero he leído por ahí que hasta somos capaces de mover un camión si vemos a nuestro hijo debajo...

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  6. Hace mucho, cuando todavía estaba en el colegio, nos hicieron leer un texto. Y a medida que lo ibas leyendo te dabas cuenta de que lo que contaba era que quien escribía era una persona sorda y ciega. Me impactó tanto tanto. Me parecía inexplicable que una persona que no escuchaba ni veía pudiera pensar en sentido abstracto, escribir, expresarse. Me sigue resultando maravilloso. El texto era súper emotivo, porque describía ese momento, ese click donde había empezado a comprender. Me gustaría encontrarlo y pasarselos. Pensar que tal vez con el amor de una mamá se puede lograr eso, es maravilloso (creo que éste no era el caso, sino que era alguien a quien otra persona le había abierto esas puertas). Mi más profunda admiración por esas madres. Besos!!

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    1. Ay Pachu, búscalo, me gustaría mucho leerlo.
      Un besazo para ti también.

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  7. Yo pienso en la suerte que tengo...y que a veces olvido.

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    1. Bienvenida Beatriz ;)

      Sí, a todos se nos olvida la suerte que tenemos, creo que es un mecanismo de defensa, si pensáramos en todo lo que nos podría pasar no podríamos seguir adelante, pero a veces es muy bueno mirar atrás y sentirse agradecido.
      Un beso!

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